El control de la pandemia nos está permitiendo regresar a nuestro plan original de cuatro puntos para mejorar los servicios de salud: médicos, medicamentos, buenas instalaciones y basificación a los trabajadores del sector.
Está en marcha el programa de formación de médicos generales y se han ampliado las plazas para residentes o especialistas.
La creación de nuevas escuelas de medicina como la Escuela de Medicina del Gobierno de la Ciudad de México y las 40 escuelas de medicina y enfermería del Sistema de Educación ‘Benito Juárez’ nos han permitido tener más espacios para terminar con la absurda política de rechazar a quienes desean estudiar.
Hemos abierto nuevos espacios de formación en hospitales de la Secretaría de Salud, el Issste, el IMSS, Pemex, la Sedena, Marina. Esto nos ha permitido pasar de ocho mil médicos que se admitieron para especialización en 2018 a 18 mil en 2021, y junto con becas que otorgaremos para hacer estudios en el extranjero en el 2024 el déficit de especialistas se reducirá en 25 por ciento.
Continuaremos con las compras consolidadas de medicina en México y en el extranjero para perfeccionar el sistema de abasto y distribución sin intermediarios ni corrupción, así como lo hicimos con las vacunas.
En enero se iniciará un plan general de distribución de medicamentos apoyado por las Fuerzas Armadas, con transporte terrestre y aéreo para hacer llegar las medicinas hasta los centros de salud y hospitales más apartados del país.
Asimismo, cumpliremos con basificar a los 80 mil trabajadores de la salud, como fue nuestro compromiso original. Adelanto que todos los que fueron contratados para atender la crisis sanitaria mantendrán su empleo.
En síntesis, el sueño que quiero convertir en realidad es que al final del gobierno el sistema de salud pública permita que cualquier persona, sin importar su condición económica, social o cultural, sea atendida como lo merece, con médicos, especialistas, estudios y medicamentos gratuitos y que la salud deje de ser en definitiva un privilegio y se convierta en un derecho universal de nuestro pueblo.
Las acusaciones de que estamos militarizando al país carecen de toda lógica y de la más elemental buena fe. No se ha ordenado a las Fuerzas Armadas que hagan la guerra a nadie, no se les ha pedido que vigilen u opriman a la sociedad, que violen las leyes, que coarten las libertades y mucho menos que se involucren en acciones represivas.
El vasto esfuerzo para construir la paz se ha llevado a cabo sin violaciones a los derechos humanos, sin el involucramiento de las Fuerzas Federales en masacres, sin cometer torturas, sin desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales, como ocurría antes.
Ya no aplica el ‘mátalos en caliente’. Por el contrario, en esta nueva etapa, la generosa y decisiva participación de nuestros soldados y marinos en auxilio a la población ante desastres, inundaciones, temblores, en acciones también de desarrollo, bienestar y paz es refrendo de su lealtad al pueblo y a las instituciones civiles. Esa participación de las Fuerzas Armadas, además, contribuye a dejar atrás la distancia y hasta la desconfianza entre civiles y militares, que se generó por las decisiones erróneas y perversas de los anteriores gobiernos.
Amigas y amigos:
Lo más importante es que ya sentamos las bases para la transformación de nuestro país, entre todos.
En tres años ha cambiado, en tres años ha cambiado como nunca la mentalidad del pueblo, que eso es lo más importante de todo, la revolución de las consciencias, el cambio de mentalidad, eso es lo más cercano a lo esencial, a lo mero principal, y eso es lo más cercano a lo irreversible. Pueden darle marcha atrás a lo material, pero no van a poder cambiar la consciencia que ha tomado en este tiempo el pueblo de México.
Hoy se respeta la Constitución, hay legalidad y democracia, se garantizan las libertades y el derecho a disentir; hay transparencia plena y derecho a la información, no se censura a nadie. Desde el poder federal no se organizan fraudes electorales, como era antes.
El gobierno ya no representa a una minoría, sino a todos los mexicanos de todas las clases, culturas y creencias. Se gobierna con austeridad y con autoridad moral. No se tolera la corrupción ni se permite la impunidad. En la práctica no hay fueros ni privilegios. Se atiende a todos, se respeta a todos, pero se les da preferencia a los pobres. Por el bien de todos, primero los pobres.
Se protege la naturaleza, se auspicia la igualdad de género, se repudia la discriminación, el racismo y el clasismo. Se fortalecen valores morales, culturales y espirituales. Se cuida y se promueve el patrimonio cultural e histórico de México.
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